Relato enviado por Ángel Llorente.
Ayer fue el día de Todos los Santos y también el de Kira, porque ayer vivimos la angustia de haberla perdido y también el alivio de recuperarla sana y salva.
¡Kira, ven! ¡Kira ven! ¿Dónde estás? Voy a buscarla, pero ¿a dónde?, por allí, por donde la vimos la última vez, entre los escobones. Noa va conmigo. La oigo llorar. Hacia la izquierda, me parece oírla al otro lado de la valla de piedra, más allá de los matorrales, entre los pinos. ¡Kira, ven! ¡Kira, ven! Parece que Noa también la ha oído, pasa al otro lado de la valla y yo detrás de ella. Sí, es ella, no hay duda, otra vez la oigo, ¿pero, dónde estás? ¡Kira! ¡Kira! No podemos avanzar, los pinos y los matorrales nos cierran el paso. Noa, no sigas que no puedes pasar. Ven, salgamos de aquí, que también te vas a perder tú.
¡Pilar! ¡Pilar! Ven aquí, ¿no me oyes? La oigo llorar por detrás de los matorrales, pero no la puedo ver. Ahora ya no la oigo ¡Kira! ¡Kira! Ay Dios, ¿dónde estás? ¡Kira!
Viene Pilar, desesperada, quiere entrar entre los matorrales. La digo que no se puede pasar, que está muy cerrado, que no hay manera. Pero ella quiere entrar a buscarla, no la importa si es imposible avanzar. Ya no se la oye. ¿Qué te ha pasado Kira? Convenzo a Pilar para que no entre a los matorrales, se queda esperando allí mientras yo me descuelgo la mochila y salgo corriendo a rodear el pinar. A ver si más abajo...
¡Kira! ¡Kira!, gritamos los dos, pero ahora no la oímos. Yo sigo corriendo, veo a dos personas que vienen por el camino, sigo bordeando el pinar y pienso en acercarme a ellas y preguntar, estoy desesperado. Sigo corriendo. Los pinos se acaban. Allá arriba veo a Pilar y me imagino su angustia, no me la imagino, la conozco perfectamente, es la misma que siento yo. Llego al prado que hay debajo del pinar, miro al otro lado de la valla de piedra y alambre de espino y el corazón me da un vuelco... Allí está, corre hacia mí desde el otro lado. ¡Kira, ven bonita, ven ven...!
No puede salir de la cerca y yo no puedo entrar, es una valla de piedra con tres hileras de alambre de espino. Más allá veo una puerta, de las hechas con troncos y alambre. ¡Kira, ven! Corro por el lado de fuera de la valla y ella por el lado de dentro. Llegamos a la puerta, ¡qué difícil es abrir esto! Lo consigo, Kira sale, la cojo en brazos con los ojos llenos de lágrimas, gimotea en mis brazos y me lame la cara ¡Ay mi Kira! ¿estás bien? Eso parece.
Grito a Pilar ¡la tengo, la tengo! Viene hacia nosotros y pongo a Kira en el suelo. Corre hacia Pilar, veo como la acaricia. Me imagino lo que está diciendo, desde la distancia oigo como llora, mientras yo cierro la puerta del prado donde había quedado atrapada, no sé como, nuestra Kira.
Ya la tenemos, ya la tenemos, ya pasó el susto. Recogemos las mochilas y vamos a buscar a Ana y Noa que están tratando de localizarnos. Cuando llegamos a su altura, Noa viene corriendo hacia Kira, que lloriquea y la lame. Los animales sienten igual que las personas, si alguien no lo cree debería haber contemplado a las dos perritas cuando se encontraron, no hablaban pero sus gestos de cariño decían más que las palabras. Ana abraza a Kira y la acaricia, sintiendo también el alivio de haberla encontrado.
Por fin, todos juntos reemprendemos el camino hacia el coche y en él a casa, sanos y salvos, aunque con el susto todavía en el cuerpo.
Kira con su amiga Noa, juntas desde cachorras. |
Uffff me ha emocionado ...estremecedor, lo bueno es que con final feliz!! Me alegro de que solo quedara en un susto!! Un relato precioso !! (Celia)
ResponderEliminarNo se puede entender esto si no quieres a los animales. Han pasado cinco meses desde que pasó y al leerlo de nuevo he vuelto a sentir la angustia de aquel día. Mi mayor precupación era que Kira pudiese sufrir, me costó tiempo dejar de pensar en ello. ¡Gracias por seguir con nosotros!
ResponderEliminarPilar, Angel, se me han puesto lo pelos como escarpias y un nudo en la garganta mientras leía el relato.
ResponderEliminarMe alegro que tuviera un final feliz.
Un beso para los tres!
Amanda, Rocky y Tuco
Yo me muero... No me imagino ese agobio...
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios. Tampoco era mi intención haceros pasar un mal rato, sólo compartir una experiencia que, aunque dificil, terminó bien. El relato es emotivo porque lo escribí nada mas llegar a casa de la excursión, cuando todavía no se nos había pasado la angustia por lo sucedido. Pero, al fin y al cabo, es una historia con final feliz, como en los cuentos de hadas. Un abrazo.
ResponderEliminarQué mal rato.... Me alegro de que todo fuera un susto...
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