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jueves, 11 de abril de 2013

¿¡Sabes quién dijo...

Cuánto más conozco a los hombres más quiero a mi perro!?

Esta famosísima frase, que seguramente más de uno habremos dicho en alguna ocasión, la dijo Lord Byron. Fue un amante de los animales, de todos y cada uno de los que tuvo. 
Todo este amor hacia los animales, se vio especialmente reforzado por un perro de raza terranova llamado Boatswain, del cual sólo pudo disfrutar cinco maravillosos años, ya que nació en 1803 y en 1808 moriría de rabia.  Dicen que durante su enfermedad no se separó de él colmándolo de todos los cuidados habidos y por haber día y noche. En estos años no se separó de su perro, viajes, paseos, incluso dentro de su mansión como si fuera uno más de la familia.
A su muerte ordenó que en sus jardines de la Abadía Newstead se construyera un monumento en su memoria, en el cual figura un epitafio que dice así...




Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos. Estos elogios, que serían alabanzas inmerecidas de estar escritas sobre cenizas humanas, son apenas un justo tributo a la memoria de Boatswain, un perro.

En su testamento dejo escrito que quería ser enterrado a lado de su fiel perro.

Cuentan que en uno de sus viajes acompañado por Boatswain, éste estaba asomado a la barandilla del barco, cuando de repente se precipitó al agua no dándole tiempo a Lord Byron a cogerlo, entonces pidió al capitán que por favor parara el barco para recoger a su perro, el capitán contestó que eso era imposible, que la única forma en la que el barco se podría parar sería en caso de que el que estuviese en el agua fuese un hombre y no un animal, así que su solución fue tirarse al agua y nadar hasta donde se encontraba el terranova. Al capitán no le quedó otro remedio que retroceder a recogerlos.


Paseo con mi perro.

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